lunes, 8 de agosto de 2016

Bolivia - Jorge Sanjines - La Nacion Clandestina - 1989


Una metáfora cinematográfica puede contener varios libros de antropología. Las naciones clandestinas que pueblan Latinoamérica se funden al calor de los siglos, se contaminan con cautela o se repelen a pedradas. Un hombre aymara retorna a la pureza. Su existencia, mermada por el desprecio de su origen y después por la traición, se inmola en honor de su comunidad. Sebastián, el expulsado, ejecuta el Danzanti, una danza inmemorial que ya casi nadie recuerda. El baile debe concluir con la muerte del ejecutante, exhausto bajo atuendos coloridos y una pesada máscara de diablo. mas info>
“La nación clandestina” (1989) es posiblemente la mejor película hecha en Bolivia, un país donde la expresión cinematográfica es mediana y esporádica, como sucede en buena parte de América Latina. La formación de su director, Jorge Sanjines, fue resultado de una época donde un importante sector de las artes tenía inculcado un compromiso político: alentar a las masas hacia la Revolución. Con esta intención, el cine, como la literatura o la pintura, era concebido como el hacha que rompiera el hielo de la pasividad en el espectador. En los setenta, liderando el Grupo Ukamaru, Sanjines realizó sus primeros trabajos ensayando una visión socialista del mundo indígena y sus problemas. La narrativa de su cine favorecía el distanciamiento antes de la seducción del relato, y el protagonismo colectivo por encima de los avatares de un héroe. Naturalmente, los tiranuelos de uniforme tomaron nota y el Grupo Ukamaru sufrió persecución. Sanjines partió al exilio pero continuó realizando películas con comunidades campesinas en el Perú y Ecuador. Tiempo después, cuando la dictadura de turno perdía fuerza, Sanjines retornó a Bolivia con un cine igual de combativo pero con mayor complejidad formal. “La nación clandestina”, su obra definitiva, estaba por venir. La película se realizó gracias al apoyo financiero de instituciones de Europa y Japón, pero su factura es netamente autóctona. Con total libertad en el guión y holgado de tiempo para la producción, Sanjines se concentró en las contradicciones del mundo andino a través de un relato contundente y magníficamente ejecutado. La acción se centra en un individuo que simboliza una colectividad originaria, pero clandestina ante el Sistema. El tema es el desarraigo de Sebastián, nacido en una comunidad aymara pero entregado desde la infancia a los patrones de la ciudad. Inevitablemente el haber crecido alejado de su comunidad y habiendo sido objeto de racismo, hicieron de Sebastián un renegado de su origen. En La Paz, Sebastián decide cambiar su apellido Mamani por Maisman, por el caché extranjero. Todo esto es evocando en una escena, la primera de la película, en la cual los familiares lamentan el menosprecio de Sebastián, pero reconocen ser ellos los primeros culpables. - leer completo>
 Glauber Rocha decía: “Un país subdesarrollado no tiene porqué tener un arte subdesarrollado” y en 1989 Jorge Sanjinés demostró tal afirmación ganando con su obra “La Nación Clandestina”, la Concha de Oro del Festival de Cine de San Sebastián, el mayor lauro internacional a nuestro cine y quizás también, el mayor reconocimiento a una obra de arte boliviano. No por nada se afirma que el cine es el único arte capaz de acompañar a la modernidad, ante el escaso interés que las otras artes visuales generan.
“La Nación Clandestina” es una obra maestra, tanto por su guión como por su dirección, que retrata la historia de un indio desarraigado que se mueve entre desplazamientos y vuelcos a su propia identidad. Es quizás la obra cumbre del grupo Ukamau por la sutileza conque se narra esta historia que es una manera muy alejada del maniqueísmo político que se sintió en otros trabajos del cineasta.
En una interminable caminata Sebastián Mamani decide retornar de la ciudad de La Paz a su comunidad para redimir sus culpas y exorcizar, a través del baile del Jach'a Tata Danzanti, sus demonios identitarios. Ese transcurso es llevado en la película como una alegoría de los territorios que transitó el protagonista y le permitió a Sanjinés reunir, en flashbacks, pasajes de la vida de Sebastián que van desde su niñez en el pongueaje, su llegada a La Paz, hasta su violento proceso de corrupción humana en una sociedad urbana. La obra tensiona polaridades de nuestra realidad en un exquisito contrapunto de imágenes y diálogos: el infinito y desamparado campo vs. el intenso abigarramiento urbano; el principio comunitario del habitante rural vs. la individualidad desorientada del protagonista; el idioma aimara del indio desplazado vs. el castellano moteroso del k’hara o del cholo citadino y nuestro sincretismo religioso entre muchos otros temas. En un continuo vaivén entre estas paradojas de nuestra sociedad, Sanjinés arma una historia convincente con actores no profesionales del que destacamos un atildado Reinaldo Yujra en el papel principal. Con ese rostro hermético y huesudo, con la boca casi siempre desesperadamente entreabierta, Yujra nos lleva desde el inicio a seguirlo en toda su actuación. Y esto es digno de destacar porque siempre sostengo que la actuación, burdamente teatralizada y previsible, es uno de los puntos flacos que acarrea nuestro cine y lo hace mediocre hasta el aburrimiento. - leer completo>

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