
Es una de las películas kazajas más brillantes de la época soviética. El joven guionista, poeta y músico Olhzas Suleimenov, junto a Shaken Aymanov, uno de los fundadores del cine kazajo, trabajaron juntos en la elaboración de esta película. De las once películas, rodadas entre 1954 y 1970, este largometraje es único por mostrar el sufrimiento real del autor por el destino de su país y el de sus compatriotas. La historia empieza un año después de finalizar la II Guerra Mundial. Los protagonistas, un anciano y su nieto recorren Kazajstán en tren para poder encontrar, en Rusia, los cadáveres de su hijo y padre, que murió en Rusia, y así poder enterrarlo en su hogar. Durante el viaje surge el diálogo generacional: entre un viejo arqueólogo que representa el modelo occidental, ante un anciano cuya prioridad es la tradición y la nuera del anterior, que hace el papel de mediadora entre estos dos mundos contrapuestos.
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