
PALOMA DE PAPEL - Fabrizio Aguilar 2003 - El tema de la sangrienta lucha
interna que vivió el Perú es tratado en este debut del actor Fabrizio
Aguilar. A diferencia de La boca del lobo (la película más lograda en
torno al tema) aquí se presenta el conflicto desde la perspectiva de los
pobladores, testigos y rápidamente partícipes de las acciones. La
compleja circunstancia del papel que cumplieron en los hechos ha sido
retratado por el cine peruano, tanto en documentales y en el campo de la
ficción (con cintas como Ni con dios ni con el diablo o La vida es una
sola). Dentro de ellas se encuentra Paloma de papel que tiene a su favor
una mayor distancia para poder reflexionar sobre el fenómeno. La opción
de la cinta es crear un pequeño drama que tiene como centro la mirada
de un niño, que ajeno a las maldades e intereses se verá envuelto en una
guerra no declarada. La mirada infantil ante la dureza y crueldad del
mundo en el que viven siempre ha sido la perspectiva más inquietante.
Ellos entran en conocimiento del orden establecido solo para darse
cuenta antes que otros que tal orden no existe como se idealiza. El
director Fabrizio Aguilar muestra el interés por una narración clara en
el completo sentido de la palabra (mucho de su trabajo con Francisco
Lombardi debe haber influido). Así que con una preocupación a todo nivel
arma su historia que se ensambla como un largo regreso al pasado. Ahí
vemos al pequeño Juan un niño alegre y juguetón (a pesar de su hogar en
conflicto) que con sus pequeños amigos será testigo del ingreso abrupto
del temor y la violencia a su pequeño pueblo. Son los más encarnizados
años de la escalada senderista de la cual tanto habrán oído hablar.
Acaso una lejana historia sobre la muerte de un padre o la misma carta
de presentación en la figura del alcalde ajusticiado. Mirada primaria
puesta en contacto indisoluble con la malsana destrucción de la armonía.
Tras el aviso de llegada la vida del pequeño Juan cambiará por
completo. Colocado sin quererlo como parte de la lucha armada como
tantos otros moldeables compañeros a los cuales seguirá y de los cuales
aprenderá las doctrinas de la igualdad social (a su manera). El
sorprendido nuevo adoctrinado hasta respirará el respeto y el código
cívico de su nueva escuela, pero sin olvidar su ansia por la libertad.
La moral y el orden de grupo enfrentados al deseo inherente del control
de una persona sobre sí mismo. La película se define a sí misma como una
de aprendizaje, de transito (de manera brutal) al crecimiento. Antonio
Callirgos en este caso es una revelación y acaso lo mejor de la cinta,
su constante sorpresa y tristeza infantil son la expresión misma del
dolor por la pérdida no sólo de los seres queridos y la libertad sino de
algo más allá en el horizonte vital. Aquí vemos la interrupción de su
autentica línea de crecimiento (como la del país). Lamento por la
barbarie cometida que lloran a partes iguales víctimas y victimarios (la
secuencia culminante en la plaza). Con todo, lo discreto de la cinta
(tanto en el acabado formal como en su intención de melodrama total)
tendría que prestarle más atención a esta vertiente e intereses
establecidos por Aguilar que no es otra que el acercamiento de
circunstancias excepcionales a partir del oficio de narrar una pequeña
historia. Una de tantas que hemos escuchado lejanamente o visto y que
configuran apenas la dimensión completa de la barbarie. Barbarie que
hasta ahora sigue causando llanto en los recuerdos o las vivencias de
los que recién llegan, como el pequeño Juan. Heridas o cicatrices que
forman parte perenne del Perú como las más antiguas tradiciones y
símbolos patrios. Hechos para no olvidar. -
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