martes, 9 de agosto de 2016

Armenia - VODKA LEMON - Hiner Saleem - 2003

Nos encontramos en las aldeas Kurdas del Cáucaso, en la devastada armenia post-soviética. Hamo es un viudo de 60 y tantos años, un oficial retirado de la armada roja. Sus únicos bienes son un viejo armario, un televisor ruso, su uniforme militar y una pensión de 7 dólares mensuales. Todos los días Hamo va hasta el cementerio y quita la nieve del retrato de la tumba de su esposa. Un poco más lejos, Nina, una atractiva viuda de 50 años, quita la nieve de la tumba de su marido. En el autobús que los trae de vuelta a sus aldeas viajan separados por tres filas de asientos. Hamo mira a Nina. Ella le devuelve la mirada. El paisaje fuera es totalmente blanco excepto por las piedras de las montañas. Cuando Hamo regresa a su pueblo encuentra una carta de su hijo que vive en París. El pueblo se altera.
"Notable... dotada de un humor aplastante de puro ingenuo, con una sutileza cercana al cine mudo de Buster Keaton, preciosa puesta en escena" (Javier Ocaña: Diario El País)
"Nos asoma a rincones ignotos del mundo. Saleem revela ser un verdadero cineasta, elegante estructura". (Antonio Weinrichter: Diario ABC)
El título puede sonar a comedia adolescente made in USA, pero se trata de la última peli del kurdo iraquí Hiner Saleem, en la que nos cuenta la vida (por llamarlo de alguna manera, porque eso no es vida ni es ná) de los kurdos de Armenia, centrándose en una pandilla de muertos de asco que sobreviven en un pueblecillo del Cáucaso sin perder la esperanza de que algún familiar emigrado les mande algo de dinero, mientras van vendiendo los últimos muebles de sus casas y hablan con las lápidas y las fotografías de los familiares muertos.
Vendedores ambulantes que no saben regatear, camareras de chiringuitos de vodka en cuyas terrazas nunca toca el sol, prostitutas sin vocación y perdedores de todos los estilos intentan mantener la dignidad entre la nieve (porque, por si la pobreza y la soledad no fuesen suficientemente tristes, encima hace un frío del carajo).
Vamos, que en cierta manera es como Los lunes al sol pero en exótico y, por tanto, menos aburrido. Además, la fotografía es bonita y el ritmo pausado, con pocos diálogos, pero de vez en cuando hay algún toque de humor y al menos nadie se suicida.
Y el espectador sale del cine con la piel de gallina, con algún remordimiento de conciencia pero dando gracias por haber nacido en un país en el que somos capaces de gastarnos el equivalente de la pensión mensual del prota en una entrada de cine. mas info>

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