
La
Biblia dice: “quizá hayamos acabado con el pasado, pero él no ha acabado
con nosotros”. “El refugio de mi padre”, película bellamente
subestimada, hace una clara alusión a dicha frase. Por muy lejos que
huyamos, el mundo seguirá siendo muy grande y nosotros muy pequeños y
allá a donde vayamos acecharán en la sombra nuestros demonios.
Independientemente de que sean mayores o no, toda persona está fascinada
con la vida de sus padres, especialmente las partes que tal vez
nuestros padres optaron por no compartir con nosotros. Quizás porque
para comprendernos mejor a nosotros mismos debemos retroceder en el
tiempo y comprender nuestros orígenes. Matthew MacFadyen interpreta a
Paul Prior, un famoso fotógrafo de guerra que vuelve a casa tras 16
años, por la muerte de su padre, encontrándose con una cita pendiente
con sus miedos y siendo consciente de que todos estamos
irremediablemente encadenados al pasado. El film muestra a sus
personajes ante la búsqueda de su propia identidad, en una ciudad en la
que todos quieren huir y escapar. Por otra parte el director neozelandés
Brad McGann complica la trama sobremanera, mezclando drama con suspense
y manteniendo al público constantemente trabajando para desentrañar sus
misterios, ése será su principal encanto, dando una voltereta sobre la
trama, los personajes y sus dilemas humanos. La película tiene un
aguijón en la cola, pero no será hasta mucho tiempo después en que
seamos conscientes de que nos ha pinchado. Sólo entonces será imposible
no sentirse turbado por una cierta sensación de tristeza. Película muy
recomendable, además de ser la única del director, que nos dejó en el
2007. -
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