Esta parábola acerca del mundo burgués, sus ritos y sus mentiras se centra en la historia de la adolescente discapacitada Angela, hija de padres ricos y liberales, cuyo odio hacia ellos le lleva a tenderles una trampa para que un fin de semana coincidan en su casa de campo con sus respectivos amantes, donde también se encuentran el ama de llaves (con quien el padre de la chica parece envuelto en una turbia historia -en ningún momento se da información sobre ella- en la que uno de los implicados acaba de ser asesinado) y su hijo anarquista, escritor-plagiador en sus ratos libres. Por la noche, durante la cena, llegan Angela y la institutriz muda que la cuida. Poco a poco se va generando una tensión emocional entre los habitantes de la casa que estalla cuando la niña invita a todos a jugar a la Ruleta China o juego de la verdad, donde los jugadores se dividen en dos bandos que por turno escogen a alguien del equipo contrario, siendo tal equipo el que tiene que averiguar de qué miembro suyo se trata realizando una serie de preguntas sobre el mismo a menudo ofensivas. Una vez que el juego de la verdad ha despojado a todos los participantes de sus hipócritas formas, máscaras y convenciones, irrumpe la tragedia: la madre de Angela, que en un primer momento coge una pistola y apunta hacia su propia hija, acaba disparando a la institutriz en el cuello. Un poco más tarde se escucha en off un segundo y enigmático disparo.
Ruleta china es una de las películas más sofisticadas de Fassbinder: llevado por la idea de que las drogas le ayudarían a aumentar su creatividad, el director realizó una obra caracterizada por un trabajo de cámara ejemplar e hipnótico: a la vez que aquélla se desliza a través de los personajes y los envuelve una y otra vez encuadrándolos en poses muy estudiadas, Rainer juega con ellos y los coloca como lo haría un jugador de ajedrez sobre un tablero para descubrir las relaciones que se establecen entre todos. La artificialidad extrema de los movimientos de los actores (que parecen efigies espectrales, apagadas, sin vida) y de la cámara (llena de energía y vitalidad) dio lugar a una auténtica coreografía de las acciones psicológicas de los personajes donde cada travelling y en general cada plano guardan correspondencia con las actitudes de aquéllos. Dicha artificiosidad se extiende también a los decorados, principalmente en la gélida transparencia de los numerosos estantes de plexiglás que hay en el salón de la casa de campo, tras los cuales las caras y cuerpos de los protagonistas aparecen fraccionados, desfigurados, desdoblados.
Película muy audaz, fría y fascinante, casi apocalíptica y fuertemente estilizada, Ruleta china constituye una lacerante metáfora de la burguesía donde los personajes se mueven en amplios espacios vacíos repletos de líneas de atracción y repulsión, amor, deseo y celos que los une y separa a la vez: una terrible y reveladora ejemplificación de que todos somos marionetas de un juego cuyas reglas invisibles pueden destruirnos hasta la muerte.
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