En una hacienda propiedad de los Serebryakov se encuentran el profesor retirado Aleksandr Vladimirovich Serebryakov; su segunda esposa, Elena; Sofía, la hija de su primera esposa; Iván Petrovich Voinitzkii, llamado el tío Vania; la nodriza Marina y el doctor Mijail Lvovich Astrov, quienes habrán de tener un agitado encuentro donde desnudarán sus pasiones, temores, resentimientos... y alguna que otra verdad sobre la vida y sobre sus propias existencias. Adaptación de la obra "Tío Vania" del escritor y dramaturgo ruso Antón Chéjov publicada en 1899. (FILMAFFINITY)
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1971: Festival de San Sebastián: Concha de Plata
Mientras la vida pasa y la razón entra en crisis
“Aquellos que habrán de sucedernos dentro de cien o doscientos años, y para los que ahora esbozamos el camino… ¿tendrán para nosotros una palabra buena?” Le pregunta el médico Mijail Lvovich Astrov a Marina, la anciana nodriza de la hacienda. A lo que ella le responde: “La gente no la tendrá, pero Dios sí”.
Lo que se adivina en este atinado diálogo escrito por el inmortal escritor ruso, Anton Chejov, en su obra teatral “TÍO VANIA”, es ese profundo temor, esa desazón y ese sentimiento de incompetencia que invade la mente de tantos adultos que, al sentir que comienza el declive de sus existencias, de pronto comprenden que no han hecho lo que pudieron haber hecho, que no han dado lo que deberían haber dado, y que no han vivido como tuvieron que haber vivido.
Es entonces, cuando se observa lo que sucede a nuestro alrededor… y de pronto pasa algo como lo que está pasando en la hacienda de los Serebriakov, a donde llegan éstos y sus cercanos, en ocasión de desnudar sus sentimientos encontrados y de chocar aquellas emociones que parecían nadar en aguas profundas y tranquilas.
El profesor Serebriakov, tenido en alta estima por sus escritos sobre arte, desde hace 25 años recibe el apoyo moral y económico de Ivan Petrovich Voinitzkii, a quien todos conocen como el tío Vania y quien ha sacrificado sus propias aspiraciones por apoyarlo. Elena, la joven y hermosa, segunda esposa de Serebriakov, no es feliz a su lado y el doctor Astrov la ama sin que ella decida corresponderlo. Por su parte, Sofía, la hija que Serebriakov tuvo con su primera esposa, ama en silencio al atribulado médico, pero éste no le corresponde.
Fiel a la obra de Chejov (publicada en 1899), aunque reduciendo o modificando levemente algunos textos, el director Andrei Konchalovsky tiene aquí uno de sus mayores logros cinematográficos, pues consigue como el escritor, dejar fielmente plasmado en un sólo espacio y en un corto tiempo lineal, la íntima decadencia de una clase que parecía presentir el cambio histórico que estaba por avenirse 18 años después de que viera la luz esta brillante obra.
Una impecable puesta en escena, una fotografía en preciosos tonos y perfectamente iluminada. Un original paso en las escenas mediante el uso del tinte ocre. Y un conjunto de actores con gente de quitarse el sombrero como Innokenti Smoktunovski (Vania), el también director Sergei Bondarchuk (Astrov) y la bella Irina Anisimova-Wulf (Elena), hacen de éste un filme casi perfecto que, sólo falla por leves descuidos en el uso de un reloj que, particularmente en una de las escenas, es usado con maestría.
“TÍO VANIA” posee una esencia psicológica y espiritual digna del arte por excelencia.
por Luis Guillermo Cardona, Medellín (Colombia)